miércoles, 28 de noviembre de 2007

Linda tu tolerancia

Lo consiguió… costó, pero finalmente la senadora y presidenta de la “Democracia” Cristiana, Soledad Alvear, pudo desbarrancar del camino al único escollo que nublaba su cuota de poder en el falangismo y tal vez, al “evento” que entorpece su carrera al sillón presidencial. Con la suspensión de la militancia y eventual expulsión del partido de Adolfo Zaldívar, la ex precandidata se puede regocijar de poder absoluto dentro de la colectividad, pero dejando en mal pie el trabajo de los legisladores, la objeción en conciencia de los parlamentarios y la forma de hacer política en Chile (forma en la que prima la venganza, el pragmatismo y el utilitarismo).
Usted podrá decir que Adolfo Zaldívar siempre fue un férreo opositor de Alvear y que su único objetivo era dividir la DC para así acercar al falangismo a la centroderecha. También podrá decir que al colorín jamás le interesó el Transantiago y que sólo quería imponer su tesis de la corrección del modelo económico. O puede que usted señale que el senador es un traidor al no apoyar los acuerdos de su partido, no proteger la administración Bachelet y complicar cada vez más al gobierno.
Pero revisemos
Efectivamente, Zaldívar es un opositor de Alvear por el simple hecho de que ambos desean en lo más profundo tener la banda presidencial alrededor de sus cuerpos. Además, el senador nunca se sintió, se siente o sentirá cómodo conviviendo con el PS porque no le tiene confianza. Como la política y la mantención del poder requiere sacrificios maquiavélicos, debe aguantar la convivencia (a la fuerza) a pesar de que los diferencian muchos temas valóricos, sociales y económicos. Por esa razón, no acepta que la mesa encabezada por Alvear acepte todas las propuestas del bloque PS-PPD y por ello la oposición tan tenaz. Como celebra el dicho popular, Zaldívar se siente como poroto en paila marina, al igual que sus escuderos.
Con respecto al real interés del senador hacia el Transantiago, la verdad es que no se pude intentar tapar el sol con un dedo y es imposible no recordar la pasada aprobación de más de 290 millones de dólares para mejorar el plan de transporte, a cambio de entregar verdaderas mejoras a los usuarios del sistema y responsabilizar a los culpables de tamaña vergüenza. Es imposible, al correr de los días, poder entregar y votar en conciencia nuevos recursos a un plan que en lo sustancial no ha mejorado y que sólo se ha agravado en el tiempo.
Aun no hay responsables. Aun quedan recorridos por mejorar y aun existen millones de santiaguinos que deben soportar un sistema de transportes que se mantiene – en palabras de Evelyn Matthei- con muerte cerebral y conectado a un ventilador mecánico. En ese sentido, es inaceptable seguir desperdiciando dinero del Fisco para tratar de mejorar el plan, salvo que se realice una reestructuración total y se dejen de aplicar soluciones parches.
Por ello que Zaldívar no apoyó la aprobación de nuevos fondos. No es nueva su postura, ya que en la pasada asignación de dinero para el Transantiago, también votó contra la iniciativa. Es entendible exigir garantías de buen uso de dineros fiscales cuando se ha comprobado la ineficacia de las soluciones propuestas desde el gobierno. En ese punto entra en acción el discurso de Zaldívar en cuanto a la corrección del modelo económico, apuntando a mejorar aquel sector social que mueve la economía nacional, pero es castigado en sus condiciones de trabajo y su calidad de vida, sin contar con la debida protección del Estado.
Esto conduce inevitable al tercer punto en discusión y que finalmente llevó a la suspensión del colorín de las filas de la DC. Si Zaldívar fue o no un traidor al alinearse con la Alianza y no entregar fondos al Transantiago, depende de cuan talibán sea la mirada que se le de al problema.
Al momento de entrar al Congreso a cumplir con sus deberes, cualquier legislador debe entender la premisa básica que su responsabilidad primera es hacia el país, reflejada en la Constitución y en la satisfacción que otorgue a aquellos ciudadanos que depositaron su confianza a través del voto. Ése es su mandato y lealtad fundamental.
La responsabilidad hacia el partido sólo se asegura a través de miradas comunes en temas valóricos y sociales, lo que no establece en ningún caso obediencias ciegas a mandatos de las mesas directivas ni coaliciones temporales. El deber básico de los congresistas es la discusión seria y objetiva de cada proyecto de ley, resguardando los intereses del Estado y el bien común. Por ello, es imposible e imperdonable que un legislador de cualquier color político apruebe leyes sin hacer un estudio a conciencia de ellas.
Por ello siempre he sido un tenaz opositor de las votaciones en bloque. Los legisladores no son unos autómatas que por el sólo hecho de pertenecer a una tienda política deben votar según los edictos de las directivas, sino que deben ser críticos en la discusión y aplicados en el estudio de los proyectos.
Hacer lo contrario constituye la verdadera traición a la ciudadanía, que ya está hastiada de ver cómo la clase política maneja acuerdos miopes para mantenerse en el poder y cerrar la participación a nuevos actores sociales.
Siguiendo en la misma línea y rescatando las palabras de Soledad Alvear en cuanto a que las negociaciones con la Alianza son inaceptables, cabe recordar los últimos acuerdos del Gobierno con la oposición en materias de seguridad y educación para dar como debilitado la postura de la presidenta de la DC. Los acuerdos, negociaciones y pactos entre los distintos sectores políticos para lograr el bien del país son siempre bienvenidos y deben ser fomentados en toda instancia siempre que no sean aprovechados y vistos como una ganancia o una ventaja política.
Es de esperar- entonces- que estas miradas cerradas y talibánicas desaparezcan de la política actual y se de paso de una vez por todas a la defensa de los reales intereses. Si se sigue ese camino, podremos ver sin duda a nuevos Zaldívar, Schaulsohn y Flores que son expulsados de sus colectividades por oponerse a la forma en que vive, piensa y actúa de la “familia del poder”.