Una de las grandes promesas hechas por Michelle Bachelet durante su candidatura fue que una vez Presidenta, encabezaría un nuevo estilo de hacer gobierno, más cercano al pueblo y más alejado de los grandes grupos de poder. Este estilo, conocido como el “Gobierno ciudadano”, sería el nuevo paradigma de la administración pública ad portas del Bicentenario de Chile.
Esta inusual práctica comenzó a desarrollarse de buena manera y contó con el apoyo masivo de aquellos que propiciaban el nuevo aire de la Concertación, o como muchos lo definieron, el paso desde la patria hacía la “matria”.
Gabinete paritario, renovación de los equipos de trabajo, constantes visitas a terreno, publicidad en las formas y procedimientos administrativos, acceso más amplio para la prensa, en fin, fueron parte la promesa de nuevo gobierno hecha Bachelet al momento de ceñirse la banda presidencial.
Algunas de esos planteamientos se llevaron a la práctica, pero sólo bastó una crisis en el Gobierno – como la ocurrida en el conflicto escolar de 2006 - para que todo se fuera al tacho de la basura. No más paridad, no más caras nuevas y no más publicidad de las formas administrativas.
Comenzó el secretismo estatal, el control férreo de la información y lo peor, el alejamiento de la Presidenta de la prensa y por ende, de su figuración pública en hechos que demandaban su presencia. Algunas mentes brillantes del ridiculizado “entrepiso” de La Moneda (léase los asesores presidenciales) se les ocurrió la idea de mantener a la Mandataria por sobre los conflictos diarios y convertirla en una salvadora con amplias facultades que sólo aparecería en los momentos claves, en el clímax de cada conflicto.
Pésima idea, ya que basta recordar cada una de las salidas a terreno de la Presidenta para comprobar su lejanía con la población y con la prensa, desechando en la práctica el concepto de “Gobierno ciudadano”. Por lo menos con los periodistas, la actitud de Bachelet y sus asesores ha sido la distancia y la desvalorización del trabajo fiscalizador y comunicador de la prensa, rol que en estos días es clave en un mundo basado en las comunicaciones.
Ejemplos de estas prácticas hay muchas. El conflicto estudiantil, los temporales en la VIII región en el 2006, la crisis de Chiledeportes, el terremoto de Aysén y muchos más casos donde la Presidenta no sólo ha llegado tarde a solucionar los problemas, sino que nunca marcó presencia en los medios, ni en los periodistas ni tampoco en la opinión pública.
Para qué hablar de los resultados de estas prácticas, lo que se refleja expresamente en la caída de la Presidenta en los índices de aprobación de su gestión y en forma concreta, en las pifias y manifestaciones en contra con las que es recibida casi en la mayoría de sus viajes dentro del país.
Esta política comunicacional ha derivado en problemas para la Mandataria, porque los medios de comunicación son los representantes de la ciudadanía en la necesidad de ésta de informarse y poder contar con las todas las herramientas para tomar decisiones. El despreciar su labor y mantenerse alejada de ésta sólo genera una sensación de vacío en la opinión pública, acostumbrada a la presencia fuerte de sus autoridades en los momentos de crisis que afectan a un Estado.
Si no existe un rápido cambio en la forma en que el Gobierno se relaciona con la prensa, irremediablemente se caerá en una línea expresa de desconfianzas, errores y desaciertos que no complicarán de manera drástica la labor de los periodistas, sino que afectarán las capacidades de la Presidenta en cuanto a su manera de administrar un país.
Los grandes errores de los gobiernos han comenzado cuando se manipula y se controla la información y los medios cercanos…ahora, que el resto de los medios tenga que rendir cuentas a otros, es materia de una próxima discusión.
Esta inusual práctica comenzó a desarrollarse de buena manera y contó con el apoyo masivo de aquellos que propiciaban el nuevo aire de la Concertación, o como muchos lo definieron, el paso desde la patria hacía la “matria”.
Gabinete paritario, renovación de los equipos de trabajo, constantes visitas a terreno, publicidad en las formas y procedimientos administrativos, acceso más amplio para la prensa, en fin, fueron parte la promesa de nuevo gobierno hecha Bachelet al momento de ceñirse la banda presidencial.
Algunas de esos planteamientos se llevaron a la práctica, pero sólo bastó una crisis en el Gobierno – como la ocurrida en el conflicto escolar de 2006 - para que todo se fuera al tacho de la basura. No más paridad, no más caras nuevas y no más publicidad de las formas administrativas.
Comenzó el secretismo estatal, el control férreo de la información y lo peor, el alejamiento de la Presidenta de la prensa y por ende, de su figuración pública en hechos que demandaban su presencia. Algunas mentes brillantes del ridiculizado “entrepiso” de La Moneda (léase los asesores presidenciales) se les ocurrió la idea de mantener a la Mandataria por sobre los conflictos diarios y convertirla en una salvadora con amplias facultades que sólo aparecería en los momentos claves, en el clímax de cada conflicto.
Pésima idea, ya que basta recordar cada una de las salidas a terreno de la Presidenta para comprobar su lejanía con la población y con la prensa, desechando en la práctica el concepto de “Gobierno ciudadano”. Por lo menos con los periodistas, la actitud de Bachelet y sus asesores ha sido la distancia y la desvalorización del trabajo fiscalizador y comunicador de la prensa, rol que en estos días es clave en un mundo basado en las comunicaciones.
Ejemplos de estas prácticas hay muchas. El conflicto estudiantil, los temporales en la VIII región en el 2006, la crisis de Chiledeportes, el terremoto de Aysén y muchos más casos donde la Presidenta no sólo ha llegado tarde a solucionar los problemas, sino que nunca marcó presencia en los medios, ni en los periodistas ni tampoco en la opinión pública.
Para qué hablar de los resultados de estas prácticas, lo que se refleja expresamente en la caída de la Presidenta en los índices de aprobación de su gestión y en forma concreta, en las pifias y manifestaciones en contra con las que es recibida casi en la mayoría de sus viajes dentro del país.
Esta política comunicacional ha derivado en problemas para la Mandataria, porque los medios de comunicación son los representantes de la ciudadanía en la necesidad de ésta de informarse y poder contar con las todas las herramientas para tomar decisiones. El despreciar su labor y mantenerse alejada de ésta sólo genera una sensación de vacío en la opinión pública, acostumbrada a la presencia fuerte de sus autoridades en los momentos de crisis que afectan a un Estado.
Si no existe un rápido cambio en la forma en que el Gobierno se relaciona con la prensa, irremediablemente se caerá en una línea expresa de desconfianzas, errores y desaciertos que no complicarán de manera drástica la labor de los periodistas, sino que afectarán las capacidades de la Presidenta en cuanto a su manera de administrar un país.
Los grandes errores de los gobiernos han comenzado cuando se manipula y se controla la información y los medios cercanos…ahora, que el resto de los medios tenga que rendir cuentas a otros, es materia de una próxima discusión.
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